Internet de los objetos: ¿qué son?

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El internet móvil 5G y la cada vez mayor automatización de hogares y sectores de la industria nos ponen en contacto con cámaras, sensores y otros dispositivos conectados a un gran sistema centralizado, que tiene un curioso nombre: el internet de las cosas.

Pero, ¿qué son estas cosas? ¿Qué ventajas tiene tener varios aparatos conectados entre sí?

Es la capacidad de distintos tipos de objetos para establecer y mantener una conexión con Internet, desde sensores o electrodomésticos hasta automóviles. Esto no sólo se aplica a los ordenadores y teléfonos móviles con los que estamos más familiarizados, sino a objetos que hasta hace poco no tenían esta capacidad.

Esto significa crear un entorno virtual integrado, una red con dispositivos que reciban y transfieran datos en todo momento a través de la nube y puedan así actuar conjuntamente.

Ejemplo:

Smart Homes es un buen ejemplo de hogar conectado. Esta casa inteligente tiene un termostato que ajusta la temperatura a tus preferencias. También controla la cafetera, sincronizada con la hora de tu despertador por la mañana.

Hogar inteligente

Puede ver quién ha pulsado el timbre gracias a una cámara y un sistema de vigilancia, y puede abrir la cerradura mediante una aplicación de teléfono móvil.

La lavadora te avisa cuando te has quedado sin detergente, y lo mismo hace el frigorífico, que te ayuda a hacer la lista de la compra o incluso crea un resumen para que puedas hacer tu pedido por Internet.

Mantener todos estos dispositivos y servicios tan diferentes comunicados entre sí es totalmente posible con la Internet de los objetos.

No es más que el intercambio de datos de unos dispositivos, mediante el sensor de proximidad o temperatura, y la acción de otros, como un robot aspirador.

¿Cómo surgió el Internet de los objetos?

El término fue acuñado en 1999 por un investigador llamado Kevin Ashton, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Necesitaba bautizar un proyecto con un nombre más sencillo, para que los ejecutivos poco entendidos en la World Wide Web comprendieran exactamente lo que significaba.

Kevin Ashton – creador del término «Internet de los objetos».

Ashton pensó entonces que se trataba de un sistema que conectaba varias «cosas», por lo que lo bautizó como Internet «Of Things», IoT con la «o» minúscula.

La presentación tuvo éxito y Ashton se incorporó al Auto – ID Centre, un laboratorio de investigación del MIT que creó las bases de esta tecnología, pero hay que recordar que la creación de redes de distintos dispositivos es un concepto mucho más antiguo. Tuvieron que pasar algunos años para que este término se popularizara y se empezara a hablar realmente del tema.

La razón es muy sencilla: la idea era muy buena, pero gran parte de la tecnología que hace posible esta aplicación aún necesitaba mejoras. Para que la Internet de los objetos funcione, primero se necesitan sistemas que puedan conectarse a estos dispositivos y tengan una interfaz que garantice la automatización. Es más, las «cosas» tienen que tener esta conexión con el sistema.

Normalmente esto ocurre por cable, WiFi, cable o datos móviles, pero incluso puede ser a través de sensores infrarrojos o bluetooth, y se necesita mucho tiempo para que todos los dispositivos deseados obtengan versiones inteligentes o, sobre todo, para que estos modelos sean más asequibles.

Una de las primeras aplicaciones más realistas de esta tecnología fue en el sector de la salud y el ejercicio, con dispositivos portátiles como pulseras y luego relojes inteligentes. Son dispositivos más sencillos que hasta hace poco no tenían conexión a Internet, pero que hoy están equipados con sensores que incluso controlan el ritmo cardíaco, entre otras funciones.

En el entorno industrial, el Internet de las Cosas también es muy importante. La automatización ayuda a los centros industriales a ampliar los sectores de fabricación y logística, optimizar las cadenas de suministro y controlarlo todo, desde las existencias hasta la cadena de montaje. Sensores que detectan productos defectuosos y los retiran para su mantenimiento: un gran ahorro.

Todo esto es increíble, pero su aplicación no es tan fácil y tropieza con algunas dificultades. Una de ellas es la necesidad de invertir en estructuras más sólidas que una simple bombilla inteligente que se controla mediante comandos de voz, por ejemplo.

Especialmente en los sectores industriales y para crear un ecosistema más complejo, el gasto es relativamente alto y gran parte del equipamiento escasea aquí o es muy caro.

Desde 2019, Brasil cuenta con una política de incentivos denominada Plan Nacional de Internet de las Cosas, pero hasta ahora el Gobierno ha avanzado poco en el sector. También hay problemas de seguridad: los dispositivos, entre otras cosas por la sencillez del sistema, suelen ser los eslabones más débiles de una red.

Por eso, la probabilidad de que sea vulnerable a un ataque puede ser muy alta, y una intrusión puede empezar por él y comprometer toda la actividad y propagarse a otros dispositivos de la misma red.

La Internet de los objetos es ya más que una realidad, pero su aplicación depende de muchos factores estructurales, de seguridad y económicos. El potencial de este tipo de tecnología es muy alto y puede reportar muchos beneficios en diversos sectores. ¡Esperemos más noticias!

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